Capítulo VI
Es, tal vez, la especie más misteriosa y mítica entre los cetáceos. No sólo es el depredador dentado de mayor tamaño del mundo, sino que su magnificencia y poder han inspirado relatos icónicos en la cultura popular. Su existencia en las profundidades aún conserva secretos por revelar. Investigadoras colombianas siguieron el rastro de este gigante en su travesía por el golfo de Tribugá y obtuvieron pistas valiosas para comprender algunos de esos enigmas.
—¡Soplo! ¡Hay que salir, hay que salir!—, exclamó Laura Benítez, bióloga de la Fundación Yubarta, mientras con las manos hacía señas apuradas a sus compañeras investigadoras. Había permanecido durante dos horas en la parte exterior de la cabina de mando de la embarcación, expectante a lo que pudiera observar sobre el oleaje del Pacífico colombiano.
En los alerones de la cabina, Natalia Botero y María Camila Medina, científicas de la Fundación Macuáticos Colombia, atendían el llamado apresurado de su colega y se disponían a desplegar sus esfuerzos de investigación para lograr registrar los mayores datos posibles de aquel avistamiento.
Cerca de las ocho de la mañana del 20 de marzo de 2023, las biólogas habían abordado el viejo buque ARC Providencia, de la Dirección General Marítima (Dimar), bajo el comando del capitán de Fragata Julio César Monroy. Zarparon desde la estación de Guardacostas de Bahía Solano (Chocó), como parte de la segunda fase de la Expedición Científica Golfo de Tribugá y Cabo Corrientes, impulsada por la Comisión Colombiana del Océano (CCO), y que reunió a una decena de investigadores de distintas áreas del conocimiento, con el objetivo de profundizar en el saber oceanográfico y biológico de las áreas marinas y costeras de este territorio.
A Laura, Natalia y María Camila, las unió un anhelo particular. Como representantes de organizaciones científicas diferentes, su proyecto en el marco de la expedición consistió en monitorear la ocurrencia y la distribución de pequeños cetáceos en el golfo de Tribugá. Un esfuerzo conjunto que además apostó por establecer puntos de georreferenciación de los avistamientos, lograr registros fotográficos y tomar muestras de tejido de piel y grasa para analizar las características genéticas y fisiológicas de las poblaciones de tales mamíferos marinos que nadan en las profundidades. Obtener estos datos, a su juicio, sería relevante en la comprensión de las diversas especies que hacen presencia en la zona y serviría como argumento a la hora de sugerir medidas de protección y conservación a las autoridades ambientales.
Las jornadas de rastreo en el barco fueron largas y extenuantes. Los días iniciaban a las siete de la mañana, cuando desde un altavoz el capitán despertaba a la tripulación. Al mediodía, el sol era implacable sobre la cubierta y los expedicionarios se refugiaban en las habitaciones o en la parte baja del navío. Al caer el ocaso, a las cinco de la tarde, se terminaban las labores de investigación, y en las noches, antes de descansar, las científicas y la tripulación discutían los transectos que seguirían al entrar el alba.
Para ella fue fácil distinguirlo, dado el rasgo característico de su soplo al salir a la superficie a respirar. El espiráculo de estos cetáceos (el orificio por el que exhalan) está ubicado en la parte izquierda de su prominente cabeza. De allí que el vapor que expulsan tenga una inclinación hacia ese lado y se vea una espiración más baja en relación con las diferentes especies de ballenas, que emiten resoplidos en forma vertical.
De hecho, el comportamiento de uno de los individuos se tornó inusual ante los ojos expertos de las biólogas, pues este cachalote se acercó a otro y buscó un roce táctil, un contacto físico, hasta el punto que parecía subirse sobre su dorso. Fue una fricción súbita y breve que, según la misma Laura, podría ser indicio de un intento o ritual de apareamiento. Natalia, en cambio, sugiere que se trató de una simple interacción social. Las investigadoras observaron que uno de los cetáceos arqueaba la cola, lo que, en opinión de Laura, podría ser una señal de que se trataba de una hembra receptiva. Esas incógnitas quedaron en el aire, mientras aún seguían el rastro de los animales.
Hubo un instante en que los cachalotes estaban tan cerca de la lancha que parecía que era posible tocarlos con tal sólo estirar el brazo. Fue entonces cuando Natalia, valiéndose de su experticia en la toma de biopsias remotas en ballenas jorobadas, preparó la flecha esterilizada, se concentró en su objetivo, apuntó con su ballesta hacia el lomo de uno de los cetáceos y le disparó al gigante, que se encontraba ya a unos diez metros. El dardo se incrustó en la resistente piel del mamífero, rebotó y quedó flotando en el agua hasta que las investigadoras lo recogieron. Con ello se había obtenido la primera muestra de tejido. Entretanto, el animal mostró su cola (aleta caudal). Una señal de que tomaba impulso para sumergirse en un buceo prolongado.
—¡Cola, cola! El cachalote no vuelve a salir en, por lo menos, una hora—, expresó Natalia.
—Vamos a buscar otra dupla para intentar tomar otra muestra—, respondió Laura.
De repente, el mismo cachalote emergió, lo cual sorprendió a las investigadoras. Estos cetáceos son los que más tiempo pueden soportar sin tomar una bocanada de oxígeno en la superficie, y su anatomía les permite alcanzar más de un kilómetro de profundidad en busca de calamares gigantes. Pero en aquel avistamiento, las inmersiones de los animales no superaron los diez minutos. Otro enigma a la lista.
Al percatarse de que el cachalote había regresado a la escena, hubo dos intentos más para obtener muestras de tejido en ese mismo individuo, pero fueron infructuosos. Era la primera vez que Natalia practicaba la toma de biopsias remotas en dicha especie. En instantes, las investigadoras dedujeron que la ballesta que suele usarse para recoger este tipo de muestreos en ballenas jorobadas requiere de características diferentes (mayor potencia) en capas tan duras como las de dichos odontocetos. Así y todo, hubo varios ensayos en otros cachalotes, con resultados satisfactorios. Los dardos penetraron la corazas de los cetáceos, rebotaron, cayeron en el agua, flotaron y acabaron en manos de las biólogas.
En total, se recogieron cuatro muestras de piel y grasa de cachalotes en aquella tarde de expedición. La misión estaba consumada. Por segunda ocasión se obtuvieron tejidos de esta especie en el Pacífico colombiano, y por primera vez se logró tal avance científico en las aguas del golfo de Tribugá. Todo ello ocurrió mientras un grupo de delfines nariz de botella merodeaba cerca de los gigantes y nadaba con rapidez, como si, de acuerdo con las biólogas, estuvieran cazando o forrajeando en esa misma zona.
Una vez las flechas con las muestras de tejido volvieron al poder de las tres mujeres, fueron insertadas en empaques de plástico estéril y, ya a bordo del ARC Providencia, dispuestas en tubos Eppendorf. Luego fueron rotuladas y guardadas en un refrigerador para mantenerlas congeladas. De allí pasarían —tras culminar la expedición— al Laboratorio de Ecología Molecular de Vertebrados Acuáticos de la Universidad de los Andes, liderado por la bióloga Susana Caballero, en el cual se realizarían los análisis genéticos.
A partir de estas muestras, que contienen la totalidad de la capa de piel, y fragmentos de las capas de grasa, se podrán inferir datos científicos valiosos sobre los cachalotes avistados. De acuerdo con Natalia, el primer paso, que ya está en curso, es realizar un análisis molecular para determinar el sexo de los cetáceos. Posterior a ello, se extrae el ADN, se amplifica y se examina una porción del ADN mitocondrial (que es heredado por vía materna), una prueba que permitirá establecer marcadores de identidad genética y brindará información sobre el origen del grupo que se observó durante la expedición.
La idea es recoger toda esta información sobre los cachalotes en el golfo de Tribugá y el Pacífico colombiano, con la esperanza de que en un futuro cercano podamos hacer expediciones o salidas enfocadas en esta especie, que es una de las más relevantes en términos de conservación, dado que se encuentra en estado vulnerable"
Explica Natalia
Un gigante pacífico y misterioso
La cultura popular le ha otorgado al cachalote una reputación excesiva. El clásico de la literatura universal, Moby Dick, del escritor estadounidense Herman Melville, ilustró a este gigante como un monstruo marino hostil, que perseguía a los barcos y era capaz de engullirlos enteros, con tripulación a bordo. Aquel relato se inspiró en la historia de un cetáceo real: en el siglo xix, un cachalote albino, a quien apodaron Mocha Dick, sufrió el asedio de balleneros en la isla Mocha, en Chile.
Edwin González, uno de los pescadores científicos de Jurubirá, expresa su miedo al referirse a los encuentros con estos gigantes. Dice que, en una ocasión, durante una de sus faenas, vio una manada de al menos cien de tales cetáceos en el golfo de Tribugá. También se rumora entre su comunidad que atacan a las crías de ballenas jorobadas. Sin embargo, por su anatomía y su estrecha mandíbula, es improbable que depreden ballenatos de las diversas especies de rorcuales. No existe evidencia de que ello ocurra.
Los cachalotes, cuyo nombre científico es Physeter macrocephalus, son la única especie conocida del género taxonómico Physeter y, aunque se suele creer que constituyen una variedad de ballena, son los miembros de mayor tamaño en el grupo de los odontocetos: los machos alcanzan hasta dieciocho metros de longitud y su peso llega a cincuenta y siete toneladas, mientras que la envergadura de las hembras oscila entre los diez y doce metros. La predilección de este mamífero por los calamares gigantes, las rayas y los peces lo convierte en el depredador dentado más grande del planeta.
La cabeza del cachalote, que abarca un tercio de su cuerpo, alberga el cerebro de mayor volumen del mundo, y en el enorme cráneo se encuentra el órgano de espermaceti, el cual contiene ácidos grasos y aceites, que le permiten regular su flotabilidad. Esto se da gracias a un sistema de vasos sanguíneos que rodean el espermaceti, llamada red maravillosa, que ayudan a estabilizar la presión sanguínea del animal durante sus prolongados ciclos de buceo en las profundidades.
Estas ventajas evolutivas y adaptativas le permiten al cachalote sumergirse sin llegar a descompensarse y soportar la presión del agua en los abismos inexplorados del océano. En su mandíbula inferior cuenta con filas de hasta veintiséis dientes, que conforman una cavidad bucal delgada y pequeña, en relación con el enorme tamaño de su testa. De allí que el mito del animal que se tragaba a los barcos no sea más que una desmesura propia de las posibilidades ilimitadas de la ficción.
Por el contrario, se ha reportado que este cetáceo es de un carácter apacible y pacífico, lo cual se expresa en su nadar sereno y sosegado. Es una especie que establece vínculos fuertes dentro de sus clanes, cuyas estructuras son matriarcales. En su etapa de madurez (entre los cuatro y veintiún años), los machos abandonan su grupo familiar para completar su desarrollo social y ampliar su diversidad genética, mientras las hembras permanecen juntas —en manadas de alrededor de quince o veinte individuos— al cuidado de las crías y los juveniles.
Coming across a pod of sleeping sperm whales looks like something out of science fiction.
— Discovery (@Discovery) April 29, 2021
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También hay evidencia de lo que los expertos llamarían conductas de altruismo en dichos odontocetos. En 2011, en las Islas Azores (Portugal), los investigadores Alexander Wilson y Jens Krause, del Leibniz Institute of Freshwater Ecology and Inland Fisheries (Berlín, Alemania), descubrieron que un grupo de cachalotes adoptó a un delfín nariz de botella con una deformación en su columna vertebral, que le dificultaba nadar en la velocidad natural de su especie, por lo cual sería una presa fácil para los depredadores. Los científicos reportaron la ausencia de comportamientos de antagonismo y, por el contrario, describieron que los gigantes trataron al extraño como si fuera un miembro más del clan, con roces, contacto físico y hábitos de socialización. Tal vez, capaces de percibir la vulnerabilidad del otro, la manada acogió al débil y le brindó refugio en la fuerza de su estructura social.
This #dolphin was born with a birth defect but has been adopted by a pod of sperm #whales. Their slower swimming speeds, half that of a dolphin, allow the dolphin to keep up, and their presence protects the dolphin from predators.
— World Ocean Day (@WorldOceansDay) December 14, 2021
📷Video courtesy of © Alexander Wilson / YT pic.twitter.com/Pgl7kev4YF
Se ha descrito que, al igual que en otros cetáceos, entre los diferentes clanes de la especie existe transmisión cultural y se ha revelado que su comunicación es singular y compleja. Para estos mamíferos, el mundo se percibe en sonidos. Emiten potentes chasquidos que retumban alrededor de diez kilómetros de distancia y configuran un dialecto propio con el cual se relacionan entre ellos, encuentran alimento y se orientan en la oscuridad del fondo marino. Cada familia hereda sus códigos particulares de comunicación, que perduran por generaciones.
Durante centenares de años, este titán de las profundidades fue asediado y acosado para extraer de sus cuerpos el apreciado ámbar gris, una sustancia producida por sus secreciones intestinales, que les permite digerir a los calamares gigantes. Estos cefalópodos son de una contextura blanda y suave, pero en sus bocas cuentan con picos resistentes, formados por quitina. El estómago de los cetáceos segrega dicha cera para proteger sus tejidos internos. Al expulsar sus heces, que son de unos cincuenta kilos, el color del excremento es grisáceo y, según explican los científicos, de un olor penetrante.
Aunque hoy el comercio del ámbar gris es ilícito en buena parte del mundo, durante el siglo xx, como consecuencia de la fiebre de los balleneros por el espermaceti y por dicha sustancia, la población global de cachalotes se redujo a la mitad. De forma paulatina, esta especie se ha recuperado en los últimos cuatro decenios, pero, según las categorías de amenaza de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), continúa en condición de vulnerable. En esa misma situación se clasifica en El libro rojo de los mamíferos de Colombia.
El desenlace de la expedición
El día más significativo en términos de ocurrencia de cetáceos fue el 22 de marzo, cuando se avistaron tres especies diferentes en una misma jornada de investigación. Primero aparecieron los delfines moteados y, apenas horas más tarde, emergieron los comunes. La mayor sorpresa fue detectar la presencia de una ballena de Bryde, pero, para infortunio de las científicas, aquella observación se dio después de las cinco de la tarde, momento en que, por instrucción de la tripulación del ARC Providencia, ya no se podían realizar trayectos que implicaran salidas en la lancha. Por esa razón, no se efectuó un monitoreo específico que recogiera datos del también llamado rorcual tropical.
De todas maneras, tal y como lo menciona Natalia, el hecho de que en el último lustro los registros de avistamientos de este cetáceo hayan aumentado en las aguas del golfo genera inquietudes científicas. De ahí surge el interés de que la Fundación Macuáticos Colombia, que completa trece años de trayectoria investigando los mamíferos marinos de esta región del Pacífico nacional, haga estudios dirigidos sobre la ballena de Bryde.
Nuestros datos sugieren que hay una presencia estacional muy marcada de esta especie, que coincide con la migración de las sardinas. Es un momento de mucha productividad en las aguas del golfo, por lo que nos quedó una fuerte inquietud de focalizarnos en ella"
Enfatiza Natalia
Mientras tanto, Natalia considera que «estamos en una instancia de investigación con pequeños cetáceos en la que es valioso obtener datos para consolidar una línea base de distribución, relaciones ecosistémicas y fauna asociada. Poder robustecer esa información es el aspecto más significativo de la travesía».
«Para nosotras esta expedición representó algo importante porque es una plataforma que nos permitió llegar a zonas a las que, por temas de logística y recursos, no podemos acceder. Nuestros monitoreos suelen ser muy costeros. Es impensable llegar a setenta kilómetros mar afuera en una lancha. Esta fue una experiencia gratificante en todos los sentidos"
Indica Laura
Aparte de las expertas en cetáceos, la CCO y la Armada Nacional, otras instituciones participaron en la segunda fase de la expedición. Es así como la Dimar, la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias Marinas (CEMarin), Parques Nacionales Naturales, la WWF y grupos de investigación como Corales de Paz, Plástico Precioso y el equipo de estudio de tiburones, liderado por el biólogo Diego Cardeñosa, pudieron recoger información que será de utilidad para la conservación de los ecosistemas del golfo.